Finalmente, sin soluciones, Marcos volvió sobre sus pasos hasta su apartamento. Había pensado en ir a dar una vuelta, que quizá el aire le vaciaría la cabeza y le ayudaría a pensar, pero no se vió con fuerzas y volvió a casa.
Al recorrer cada habitación, se daba cuenta de cuantas cosas inecesarias guardaba, cuantas cosas que se quedaron en recuerdos simplemente, cuantas cosas que ahora le sobraban y en su momento le supusieron un gasto que hoy lamenta. Tras ello, la furia inundó cada una de sus celulas y la rabia que reprimía le hizo dar una patada a una papelera de metal que chocó contra la pared y vació en el suelo tres papeles arrugados de su interior. Durante unos segundos la papelera vacilaba en su nueva posición horizontal al piso, tras pararse, Marcos se desplomó en el sofá del salón, cerró los ojos y se durmió profundamente.
Una o dos horas después empezó a sonarle el teléfono móvil y se despertó bruscamente, pero uno segundos antes de cogerlo intentó recordar su sueño. Soñó con la chica del cajero, no recordaba su cara, pero sí su nombre escrito: Helena. ¿Helena con hache? ¿Helena o Elena? También soñó con conducir un vehículo por una carretera que le llevaba hasta el portal del edificio en el que vivía y por último, soñó, con dos trampillas de una pared por la cual se podía ver a dos personas, una vestida de blanco y la otra... no la llegaba a ver, pero sabía que debía de estar allí.
Cuando respondió a la llamada telefónica, resultó ser Carina, la cual le pedía una cita para contarle algo que podría acabar con sus problemas.
20061206
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